Había una vez tres cachorritos llamados Canelo, Pelusa y Tito. Eran los mejores amigos y siempre exploraban juntos el parque, especialmente su lugar favorito: un gran árbol en el centro, donde el sol iluminaba y les daba sombra.
Una tarde, después de correr tras unas mariposas, se tumbaron bajo el árbol para descansar. Tito, el más pequeño y travieso, dijo con ojos brillantes:
—¡La vida es tan bonita, amigos! ¡Miren este árbol tan grandote! Imagínense, debe tener millones de años.
Canelo, que era el mayor y el más sabio del grupo, movió su cola y respondió:
—Bueno, no sé si millones, Tito, pero sí debe tener mucho tiempo aquí, viendo pasar a otros perros como nosotros. Seguro ha escuchado muchas historias. ¡Es casi como un abuelo!
Pelusa, siempre soñadora, suspiró:
—¡Me encanta este lugar! Es perfecto para esconder huesos, descansar y, claro, correr detrás de los pájaros que cantan en las ramas.
Los tres cachorritos se rieron y miraron al árbol con agradecimiento. Tito, siempre listo para hacer reír a sus amigos, brincó de repente y se puso a olfatear el suelo, diciendo:
—¿Qué pasaría si cavamos y encontramos tesoros? ¡Este árbol seguro guarda secretos increíbles!
Canelo y Pelusa se unieron a él, cavando un poco, mientras Tito 🐶 inventaba historias de tesoros escondidos. Después de un rato, Tito se detuvo, jadeante pero feliz.
—¿Saben?—dijo mientras se echaba otra vez a la sombra— No hay mejor tesoro que este momento juntos, aquí, bajo este árbol 🌳 tan bonito.
Y así, los tres cachorritos se quedaron en silencio, disfrutando de la brisa y los rayos de sol filtrándose entre las hojas. Para ellos, la vida era simple y perfecta, y no podían pedir nada más.

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